viernes, 17 de julio de 2009

(18)

Ella le miro de reojo. La tensión aumentaba. El la contemplaba, estaba en aquella habitación, dándole la espalda con la vista perdida en el horizonte mientras miraba por la ventana. Sintió la tentación de ir a tocarla, rozarla. No sabía cómo estaría, no le había mirado a los ojos en toda la conversación. Por segunda vez en toda su existencia con ella, no tenía el control.

¾ ¿No crees que es un poco tarde? – dijo ella, después suspiró-. Hubiera bastado una sola vez con un “gracias”. – su voz era pausada, sin alma-. Espere por ti, mientras fingía que lo había superado. Y no me pidas que te diga ahora el porqué, no fue tan doloroso para ti como para mi.
¾ Yo también fingí durante mucho tiempo el haberlo superado. Para mí no fue fácil. El pisar el lugar donde nos conocimos, era como si se me fuera haciendo añicos el corazón…y si, te pido que me lo expliques, porque en todo este tiempo eso es lo único que no tuve claro
¾ Eso ya lo sé, no es la primera vez que lo dices… y respecto al motivo, ahora eso ya no importa.

La voz de ella era fría, distante; sabía que estaba allí porque estaba su cuerpo, porque era lo único cálido que resaltaba del día gris que estaba haciendo y de las gotas que lluvia que mojaban los cristales de la ventana por la cual ella miraba; pero solo sabía que estaba allí por eso, porque su mente y su vida estaban lejos.

-¿Qué dices?- pregunto él-. No entiendo eso de que no es la primera vez que lo digo. NECESITO SABER EL PORQUE!!
- El motivo… preferí ser infeliz, sacrificar mi razón para reir y que me odiaras si al menos eso significaba que tú eras feliz. No soportaba ser un motivo de distanciamiento entre la gente que te quería y que quería tu bien. No podía soportar que no fueras plenamente feliz por mi culpa, y sabía que sin mí, lo ibas a ser.
- Estas diciendo, que me dejaste porque pensabas que tu eras la causantes de mis problemas de entonces? Tu no eras la causante de mis problemas, nunca lo fuiste.
- No, es verdad, yo nunca fui la causante de tus problemas. En tu vida.- trato de digerir lo que quería decirle ahora.- En tu vida, yo fui el PROBLEMA.
Se hizo un silencio sepulcral en aquella habitación, necesitaba tiempo para comprender que ella siempre le quiso, y que todo lo que paso fue una simple excusa, que el amor por él había sido tan grande que significaba que había sacrificado todo lo que tenía y las consecuencias que aquello suponía… estaba absorto en sus pensamientos y tratando de procesar aquella información, cuando el silencio se rompió. Ella dijo:

- Contéstame a una pregunta.- su voz ahora era apenas un susurro.

El se acercó para poder escucharla bien… a menos de medio metro de ella. Estando tan cerca podía sentir su respiración.

viernes, 10 de julio de 2009

(17)

Unos ojos escondidos bajo unas gafas de vista se abrieron poco a poco conforme ella se hacía a la idea de que él estaba allí. Un jersey morado con unos vaqueros, para estar en casa después de todo una mañana de trabajo. Andaba descalza sobre el frigo terrazo que tenía el piso. Su sonrisa al abrir la puerta se transformo nada más verle…. Lo que él no sabía que sería así toda la tarde.


Se dio la vuelta pesadumbradamente y se dirigió hacia el interior de la vivienda, no dijo nada. El se limito a seguirla, empujo la puerta detrás de él. Ella no tenía palabras. El tampoco, había cumplido la amenaza.


- ¿No vas a decir nada?- preguntó el con indecisión, quería escoger las palabras para no parecer agresivo o inconformista.

- No tengo nada que decir.- dijo ella casi en un susurro tomando su fija posición mirando a través de la ventana.

Ahora la tarde empezaba a entristecer… el sol que hacía cuando él había llegado se había ocultado detrás de las nubes. ¿Sería un preludio de lo que le esperaba?

- Estoy aquí. Por ti. Por verte. Por estar contigo.- Dijo elevando levemente el tono de voz, era necesario al oír el repiqueo de la llovizna que comenzaba a caer en aquella tarde.-

- Yo no quiero estar contigo. Te lo dije.- la voz de ella era firme.

- Por favor, vuelve. Debemos estar juntos.- esa era su suplica.

- No Alex, te dije que no iba a volver, y no lo haré.

- Pero es nuestro destino, estar juntos. Tu y yo, nadie más.- Era una súplica insistente.- Pero es que no te das cuenta de lo mucho que te quiero, de las noches que te llevo buscando desde que estuvimos juntos la última vez. Es lo justo para mí.
- Lo justo para ti? Y para mí? No sabes las noches que llore. No sabes que pase años hasta poder superarlo. Hasta poder mirarme al espejo y convencerme de que me merecía ser feliz. No voy a arrojarlo todo por la borda porque tu hayas decidido quererme de nuevo.
- No lo sé, pero tú tampoco….- no le dejo terminar, ella estaba sollozando.
- No tienes ni idea, siempre tú, siempre tú. Los días, las noches, las horas a solas, el saber que todo había acabado, el pensar que jamás te volvería a ver. El querer escapar de aquí, el tener la necesidad de morirme para terminar con todo…- hizo un descanso.- El no poder ser feliz, el que nadie me llenaba. Pensar en las promesas que tú rompiste, el saber que era lo peor que te había pasado en la vida… Esos malos momentos que pase en los que solo deseaba estar contigo para calmar mi dolor y el saber que no te podía llamar.

- Pero… podrías haber llamado. Sé que me porte mal, que te odie y seguramente dije cosas que… pero siempre sentí algo importante por ti.
- ¡¡MENTIRA!! Cada 15 de julio de cada año, acordándome como una tonta de tu día, cada mensaje, cada palabra malgastada para solo recibir una indiferencia… Dios Alex… no lo sabes… Lo que quemaba en el pecho, el dolor que me llegaba hasta la garganta; no podría jamás describirte estos años, jamás podría hacerlo… Y ahora realmente eso da igual. Lo único que sé es que por fin pude escapar y ahora deje todo eso atrás. No volveré. Te lo dije.
- ¡¡No lo acepto!! Porque ahora me doy cuenta que te quiero, que quiero estar contigo, que no me importa la distancia; y que si no estás conmigo no debes estar con nadie más… Porque tuviste que dejarme aquella ultima vez?!

miércoles, 8 de julio de 2009

(16)

Soy yo, es necesario que hablemos. No puedes seducirme y luego pretender que no haya pasado nada. No puedes negarme que no sientes nada por mi, a mi no me mientes.- conforme avanzaba su mensaje se iba volviendo más agresivo.- He sido bastante benevolente contigo, te he llamado varias veces pero contigo no se puede…Iré a verte, solo para demostrarte que no es indiferencia lo que sientes…. Me escucharas aunque sea a la fuerza, acuérdate de esto.

Y eso es lo que hizo, removió cielo y tierra. Busco donde nadie se imaginaba. Hablo con antiguos contactos, amigos de ella; decidió hacer todo lo que estuviera en su mano, hasta que alguien le diera la dirección, o el motivo, o la fuerza que necesitaba para coger un avión y volar a verla.

Los días pasaban y él se volvía cada día más obsesivo, solo pensaba en ella, todo tenía que ver con ella. No había nada que lograra calmar su obsesión. Y daba igual si amanecía cada vez que deseaba con la rubia, descargando su deseo y pasión sobre ella, y daba igual si la hacía suya, recorriendo todo su cuerpo, cada una de sus curvas, al final lo que quedaba es que la rubia no era ella. La utilizaba, si, pero la excusa, según él, era que ella se dejaba.

Y así hizo, viajo hasta donde ella estaba, solo por verla, con la firme promesa de traerla de vuelta, convenciéndola que él era lo único válido en su vida, y que Andrés, únicamente era algo fugaz. Convencido de que si conseguía demostrarle su amor, ella abriría los brazos nuevamente y volvería con él. Era fácil por su parte creer eso, sabía que siempre había conseguido tenerla cuando había querido.

Y allí estaba, con unos viejos vaqueros desgastados y una camisa naranja, salió de casa. Cogió un tren y durante las cuatro horas de trayecto pensó en que haría y que diría cuando volviera a tenerla delante. Llevaba su dirección guardada en un bolsillo del desgastado pantalón, confiaba en que como su rutina indicaba, estaría sola en casa esperando a que saliera Andrés del trabajo y fuera a verla… Si, sabia su rutina diaria… desde que estuvo con ella en aquella habitación de hotel se había transformado en una especie de obsesivo compulsivo.

Fue andando hasta su casa, observando el paisaje, la tarde se estaba poniendo negra, confiaba en poder pasar con ella el fin de semana y dar un paseo por las calles de aquella ciudad. Y entonces llego, y toco al timbre. Ella abrió la puerta.

domingo, 5 de julio de 2009

(15)

- Sí?- se escuchaban risas, sobretodo la suya.- Dígame?
- Esto… Hola… - no sabía cómo seguir la frase, había retrasado este momento lo máximo posible para evitar sentirse frustrado de esa manera.
- Eres tú, verdad?.- le había conocido.- ¿Que quieres?- lo que para él era alegría, al escuchar su voz, para ella era desilusión, se atrevería a decir que incluso desesperación.
¾ Quería hablar contigo… sé que me dijiste que esto no había significado nada, que lo de la otra noche era algo a modo de despedida… pero yo…- silencio un momento, donde ella tomo la palabra.
- Para, te dije que no te hicieras daño. Que esto se había acabado. Te dije que no jugaras con fuego si creías que te ibas a quemar.
- Pero es que no puedo olvidar lo que paso la otra noche. Es que esta grabado en mi mente y lo recuerdo cada vez que…- ella le increpo por teléfono.
- No vuelvas a llamarme, todo esto termino ya. No quiero volver a escuchar tu voz…
- Pues entonces quizás tenga que ir a verte para que me escuches por la fuerza. Quizá tenga que estar de nuevo delante tuya para que te quites esa mascara de indiferencia con la que me hablas…- no se despidió ni nada, colgó el teléfono automáticamente, dejándola con la palabra en la boca.
Cumpliría su amenaza, si tenía que coger un avión para obligarla a escucharle lo haría. Haría todo lo posible por volver a verla y por volver a hablar con ella, con tal que se diera cuenta de que… aun la quería?

Era demasiado peligroso cumplir esa amenaza, volvió a intentar llamarla varias veces más… y lo único que consiguió fue que el teléfono diera tonos y más tonos….Cansado de esta situación, de esa indiferencia, de tanta rabia la última vez que le llamo, de dejo un mensaje en el contestador:

jueves, 2 de julio de 2009

(14)

Al día siguiente, todo igual, la misma preocupación y el mismo recordatorio de aquellos labios finos y dulces de hacia unas noches. Esos mismos labios que sabía, no volvería a tener… ¿Cuanto podía quemar el deseo? ¿Y la ignorancia? Si, la ignorancia… porque el no sabía después de tanto tiempo que es lo que les pasó. Se acabo la magia? ¿Se acabo la ilusión? ¿Se rompió la cuerda? Nunca lo había sabido, y ahora se daba cuenta, de que, da igual el tiempo que hubiera pasado, la razón por la que no lo sabía, es que nunca quiso que ella le explicara. La razón por la que ahora no sabía los porque, era, precisamente, porque el no quiso saberlos. La culpa de que todo fuera tan indeciso, tan incalculable, tan lamentable, no era de ella al fin y al cabo, era de él, que nunca quiso saber absolutamente nada.

Y eso es lo que pasaba ahora, se sentía de una manera que ni el mismo sabía explicar, y no lograba entender que quería hacer respecto de esa situación. Continuar la vida sin ella no había sido fácil, al principio, hasta que encontró el equilibrio que le permitió ser pacifista consigo mismo. Lo cierto es que supo fingir bien, los besos de otra le ayudaban a no pensar, y el saber, que ella, tarde o temprano, se enteraría y volvería suplicando por él, el dieron fuerzas y el suficiente ego para sobrevivir… Sabía fingir muy bien, como un perfecto actor. Y aunque llegaron esos auxilios, que él deseaba tanto como ella, se desvanecieron tan pronto como un latido de corazón; y después, desaparecieron, sin volver a verla, sin saber de ella. Como si no existiera.

Ahora, después de tanto tiempo, el se preguntaba si para ella había sido igual, si para ella también había sido como si él no existiera. Nunca se puso en su lugar, y menos lo iba a hacer ahora, aunque deseara volver a pasar otra noche, o día, o toda la vida con ella. Siempre ejerció un gran embrujo sobre él. Esta situación debía acabar, se olvido que para ella había acabado ya. Volvió a recordar sus conversaciones de teléfono; su brillo en los ojos cuando hablaba con él, su risa en el campus; su alegría con el viaje…
Meneo la cabeza para despejar su mente.

Pensar de ella le estaba complicando de nuevo la existencia… más bien, pensar en lo ocurrido la otra noche, con ella, le estaba complicando su placentera vida. Sin duda alguna tenía que terminar con aquello, fuera como fuera. Aunque tuviera que coger un avión y mirarla a la cara de nuevo. Para ser sincero, prefería que ese extremo no tuviera que llegar.

Y así pasaron los días, la misma rutina. Las clases. Las risas. Los amigos. Y la rubia, que sabia como insinuarse para que el terminara enredado siempre. Aunque eso no costara mucho. Esa chica rubia siempre estaba ahí, a pesar de conocerla poco, de no tener el más mínimo interés por ella. ¿Cuántas había ya en su lista?

La volvió a llamar al cabo de tres días… Sonó, y sonó el teléfono, para él los pocos tonos que tuvo que esperar eran una especie de agonía, incesante, agobiante. Hasta que alguien contesto al otro lado de la línea…